1. Bairoch y la importancia de la revolución
agrícola.
En el siglo
XVIII las tasas de mortalidad comenzaron a descender y las fluctuaciones de la
población desaparecieron para dar lugar por primera vez a un crecimiento
estable.
El progreso de la agricultura inicio un cambio profundo en el
crecimiento de la población, que daría lugar a la demanda de productos
manufacturados. Esto estimulo a los talleres artesanos a transformarse
gradualmente en fábricas. El incremento de la productividad agrícola lleva a
una disponibilidad adicional de recursos.
En 1720 y
1760 el consumo de hierro aumento más del 50% mientras que la población creció
un 10%. La revolución agrícola dio a los campesinos los medios económicos para
adquirir nuevos equipos para un mejor rendimiento; lo que ayudo de una
importante manera, tambien, al consumo del hierro.
La
agricultura aporto recursos alimentarios y trabajadores a la revolución
industrial, lo que hizo posible la revolución demográfica y generó modernas
industrias textiles y de hierro.
2. Hobsbawm y el mercado externo como
detonante.
Las industrias de exportaciones trabajan en
condiciones mucho más revolucionarias. A la larga estas industrias se
extendieron más y más rápido que la de los mercados interiores.
La demanda
interior crecía pero la exterior se multiplicaba. La manufactura del algodón
estaba vinculada al comercio ultramarino.
Este
potencial expansivo se debía a que las industrias de exportación no dependían
del modesto índice “natural” de crecimiento de cualquier demanda del interior
del país.
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